LEER: Desde los que hacemos posible Todos los Nombres de Porcuna, quisiéramos pedir disculpas a todas aquellas personas que se han puesto en contacto con nosotros a través de e-mail o facebook solicitando información sobre sus familiares, y que a día de hoy no les hemos contestado. Creo que son unas 25 peticiones las que tenemos sin atender, pero es que los medios de los que disponemos son escasos y el trabajo se nos acumula.

Gracias por vuestra paciencia, y esperemos contestar a vuestras peticiones lo antes posible.


- El monumento a la intolerancia y al fascismo se renueva en Porcuna (Jaén)
- El monumento a los "Caídos" sufre una gamberrada.
- Por la retirada de nombres y símbolos franquistas de Porcuna.
- Calles relacionadas con el franquismo y su exaltación en Porcuna
- La peculiar memoria histórica en Porcuna.

miércoles, 28 de abril de 2010

María Valverde Benítez y hermanos

MARÍA VALVERDE BENÍTEZ
 
María Valverde Benítez, apodada "La Santa", nació en Sorvilán (Granada),casada, con domicilio en Calle Gallos, 14. Parece que abandonó el pueblo en diciembre de 1936, por temor a los bombardeos rebeldes, refugiándose en Torredonjimeno, donde permaneció hasta el fin la guerra. Fue detenida el 13 de abril de 1939, ante la denuncia presentada por Juan Delgado Garrido y Gabino Fernández Rosales, ingresando en las improvisadas cárceles de Porcuna. En el procedimiento de urgencia número 16.629 instruido por el Juzgado Militar de Jaén se le condena a "reclusión perpetua por adhesión a la rebelión" (sic). En 1942 se le conmuta la pena a 30 años de prisión y en 1943 a 20 años y un día. Desde el 6 de julio de 1940 se encontraba en la cárcel de Palma de Mallorca. El 9 de agosto de 1943 fue trasladada a la cárcel de mujeres de Amorabieta (Vizcaya). Consiguió la libertad condicional el 9 de octubre de 1945. Finalmente fue indultada, previa solicitud, el 19 de julio de 1947. En estas fechas ya estaba en Porcuna.

Su hermano, Manuel, que fue portavoz del Partido Solialista cuando gobernaba Rafaél Montilla, fue fusilado en Valencia el 17 de julio de 1939.

Desconocemos, por el momento, otros detalles.


domingo, 25 de abril de 2010

Manuel Valenzuela Torres

Manuel Valenzuela Torres, era cantero, de 43 años en 1939, casado con Benita Pérez Romero, con la que tuvo siete hijos. Vivían en la Calle Castelar, 38 de Porcuna (Jaén). Sus descendientes aún viven en dicha calle, siendo uno de sus nietos un concejal actual del PP-Porcuna.

Recién terminada la guerra, fue detenido el 11 de abril de 1939, según consta en los archivos de la Guardia Civil. Quizá volvió a Porcuna desde Belinchón (Cuenca), donde prestó servicios para la República, como cantero; o quizás, ya se encontraba en la provincia de Jaén una vez se habían derrumbado todos lo frentes. No sabemos si pasó por el campo de concentración de Higuera o Santiago de Calatrava, como muchos otros en aquellas fechas. Sea como fuese, no corrían buenos tiempos. El odio larvado durante los tres años guerra en Porcuna y ante la ausencia de localizar a los asesinos de los grupos de derechas locales, tanto en el paraje conocido como El Barranquillo (Torredonjimeno), como en el Cementerio local, hicieron de aquellos primeros republicanos que llegaron a Porcuna, verdaderos “conejillos de indias” que pagaron con sus vidas la sed de sangre de ciertos elementos extremistas y fascistas que por aquél entonces gobernaban el pueblo.

Cuenta Emiliano Rodríguez Garrote, en “Odisea de un antifascista en la postguerra de Franco” (inédito, 1980) que a todos los que comenzaron a llegar de la zona republicana a Porcuna, pasaban primero por el centro de Falange, que estaba en el “Bar de Andrés el de la cara cortá”. Allí visulizó grandes estacas y vergajos hechos con tiras de neumáticos, y encima de la mesa del Jefe Local de Falange, “Ricardito Rabito Mona”, una máquina de esquilar borregos “para pelar a la Pasionaria” (sic). Una vez pasado por este centro y “acariciados” eran enviados al campo de concentración de Santiago o Higuera de Calatrava. Una vez allí, fueron siendo reclamados por las autoridades vencedoras de Porcuna (Alcalde, Jefe de Falange, cura y otros), para pasar a las cárceles de Porcuna (Igesia de Jesús o Torre-Castillo). Muchos no lo consiguieron, y si salieron fueron para ser fusilados sin previo juicio, aunque éste fuese una farsa.

Una vez en Porcuna, maniatados, eran enviados a la sede de Falange y alojados en los sótanos. Desde aquí, tanto Víctor Funes Pineda, como Javier Morente Garrido, sacaron todas sus confesiones a fuerza de golpes y torturas. Una vez “calmados” eran trasladados a la Iglesia de Jesús o al Castillo. Entre los verdugos que se encontraban en estas cárceles improvisadas, deshumanizadas, y feroces, estaban Fernando Lupiáñez Ocaña, “El Vinagrero”, el “verdugo más repugnante del pueblo”, según Garrote; Ricardo Recuerda Millán, “Rabito Mona”; Antonio F. Aguilera Rueda, “Gronzón”; José Bermúdez López , “Pepón”; un hijo del “Sordo Pérez”, apodado “Tranquilla”; “El Zapatillero”; un guardia civil apedillado “Gila”; Matías Ruano Ortega “El Municipal”, jefe de la cárcel; “El Rubito de la Morena”; Manuél “el Sastre”; Juan de Dios Avellaneda; Victoriano León; y, Valeriano Párraga Quero, “Párraga”, entre otros. Entre otras torturas y barbaridades, un día amarrararon las manos a la espalda a un chico de Higuera de Calatrava, “lo tendieron en el suelo, le amarraron los pies con una cuerda y lo colgaron en la parte inferior del púlpito de la iglesia con la cabeza hacia abajo” (sic). Allí estuvo tres días sin auxilio de nadie. Una vez cadáver, se lo llevaron como si nada hubiese pasado.

Sello de Falange Española Tradicionalista de las JONS de Porcuna (Jaén)
Por esta “escuela” pasó, sin duda, Manuel Valenzuela Torres.

La denuncia contra Manuel Valenzuela le vino precisamente de los elementos más reaccionarios y sanguinarios de la época, a saber: Victor Funes Pineda (Delegado de Información e Investigación de Falange Española y de las JONS), cerebro ideológico de la represión, junto a varios alcaldes, señoritos y curas; Ricardo Recuerda Millán (Ricardito “Rabito Mona”), uno de los Jefes Locales de Falange, cruél y sádico como él mismo; José Pérez de Adana y José Bermúdez López (falangistas).

En la “farsa” denuncia se le acusó de ser el “Jefe de la guardia de los que murieron en El Barranquillo”.

En la declaración de Manuél Valenzuela se dice:
- El 25 de agosto de 1936 se alistó voluntario en las milicias.
- Fue voluntario para hacer la guardia en la Parroquia. Era cabo de la misma.
- Hay una corrección en su declaración: “ingresa el 10 de agosto en las milicias”.
Firma dicha declaración y la corrobora el falangisla Sebastián Pérez Bellido, que hace de secretario.

El 13 de abril de 1939, José Luís Amador Roldán, teniente provisional, abogado, Juez Militar nº 25, decreta prisión preventiva contra Manuél Valenzuela. Certifica la custodia y prisión el Jefe de la misma, Matías Ruano “El Municipal”.

El 15 de junio, Antonio Gallo Aguilera, Alcalde de la gestora de aquellos días, aparte de decir, que perteneció a los partidos de izquierda, tampoco hace referencia a que participase en El Barranquillo. Pueden testificar contra Manuél, Pedro Casado Gascón y Gumersindo Ureña Cubero.

El 17 de junio comparecen ante el Juéz los denunciantes arriba indicados. Lo acusan de requisas de ganado, saqueos a cortijos y de atacar a “los nacionales” en Albendín, Baena y Castro del Río. Nada dicen de que participase en las ejecuciones de El Barranquillo.

El 20 de junio, tras dos meses en prisión, torturado y apaleado, comparace ante el Juéz y ratifica la declaración hecha ante Víctor Funes.

Ese mismo día, declara Gumersindo Ureña Cubero, Cabo Municipal, de 60 años de edad. No hace ninguna referencia a los sucesos del El Barranquillo.

El 21 de junio, Javier Morente, Delegado de Información e Investigación de la Falange, dice: “ Que acompañó hasta el lugar del crimen” a los asesinos de El Barranquillo. Acreditan dichos hechos Manuél Gascón Toribio.

El 22 de junio, Pedro Casado Gascón, Cabo de la Guardia Municipal de 66 años, tampoco menciona que participase en los sucesos de El Barranquillo.

El 23 de junio, el testigo de Falange, Manuél Gascón Toribio, de 42 años, lo acusa de conducir a los presos al Barranquillo y participar directamente en el asesinato. Se había dictado sentencia.

El 3 de agosto de 1939, el Juéz Amador Roldán, dicta Auto de Procesamiento, acusando a Manuel Valenzuela de:
- “Se alzó en armas contra el glorioso movimiento nacional”.
- “Detuvo a elementos de orden, requisó granos y ganado, ...”.
- Fue “Jefe de la cárcel”. Curioso, porque unas veces era “jefe”, otras “guardián”, otras “cabo”.
- ... y “participó en los asesinatos de El Barranquillo”.
Se le acusa, finalmente, de “presenciar asesinatos, alzarse en armas y otros”. Firma: José L. Amador Roldán.

Le designan un abogado defensor: “al de turno correspondiente” (sic). Firma también: Manuél Valenzuela.

Manuel Valenzuela, ante las preguntas del “juez militar”, responde:
- ¿Perteneció a las izquierdas?: No.

- ¿Tomó parte en los combates de Castro del Río y El Carpio?: No.
- ¿Vestía ropas de Guardia Civil?: No.
- ¿Estuvo de guardia en la Parroquia?: No.
- ¿Condujo a los presos a El Barranquillo?: No.
De su conducta pueden testificar: José Vázquez Alonso y Manuel Bellido.

El 5 de agosoto, Manuel Bellido, dijo que era miliciano, que prestó servicios en la cárcel, combatió a los “nacionales” en Valenzuela y que intercedió por los familiares presos de derechas. José Vázquez Alonso, dijo que era miliciano, hacía guardia en la sacristía, que se portaba bien con los presos y que hizo servicios de guardia cerca de Valenzuela.

En el auto-resumen inculpatorio de 5 de agosto de 1939, se le acusa de:
- “Se alzó el armas contra el glorioso alzamiento nacional”;
- “Detuvo personas de orden, requisó granos y ganado”;
- “Tomó parte en los combates con las fuerzas nacionales”;
- “Vistió ropas de guardia civil”; y,
- “Fue jefe de la cárcel y conductor de los presos al Barranquillo y presenció el asesinato de los mismos. Se portó bien con los presos”.
Este simulacro de juicio se hizo contra otros 15 compañeros de infortunio simultáneamente. Nos referimos a Eulogio Cabezas Acuña; Juan Casado Gallego; Juan Cobo Casado; Pablo Garrido de la Hoz; Rodrigo González Gutiérrez; Francisco González Requena; Manuel Jaén Millán; Antonio López Méndez; Benito Morente de la Torre; José Ocaña Castillo; Fernando Orozco Cañas; Francisco Requena Aguilera; Francisco Rojas Merino; Juan Ruiz Morente y Juan Sánchez Ruano.

Muchos de ellos fueron acusados gracias al “ingenio” de Víctor Funes Pineda, que como ideólogo de la represión en Porcuna, creó un personaje, como si de una tragicomedia se tratase. Dicho personaje inventado, pero real, había estado supuestamente preso durante el dominio republicano, y fue él quien enterró a las víctimas de la represión “roja” en el cementerio. Era perfecto !!!!. Así, con este testigo que sobrevivió, podría acusar y condenar impunemente a todo el que quisiera, aunque no hubiese estado en Porcuna. Tal era el caso de José Ocaña Castillo, que en el mes de septiembre ya se encontraba prestando servicio en el 1er. Batallón de Jaén en esta ciudad, por lo nunca pudo participar en esta matanza. El personaje, analfabeto, no sabía leer ni escribir, fue Antonio Arjonilla Moreno, conocido como “El Tonto Capote”; que una vez usado por D. Víctor Funes, fue enviado a la cárcel de Jaén y fusilado. Así se las gastaba este señorito resentido que a tantos incocentes mandó al patíbulo, a la cárcel o la vejación.

En el mes de agosto de 1939, los presos fueron trasladados en camiones a la Cárcel Provincial de Jaén. En enero se les hizo el consejo de guerra en un sólo acto; siendo condenados a muerte. El seis de febrero de 1940 los 16 acusados fueron fusilados en el cementerio de San Eufrasio de Jaén.

A día de hoy, no sólo nadie se acuerda de ellos, ni de la injusticia que se cometió, si no lo que es peor, que un nieto de Manuel Valenzuela, actualmente concejal del PP de Porcuna, votase en contra recientemente de una propuesta de APLI a favor del juez Garzón; y para más inquina personal, le dedicara el nombre de una calle a Antonio Aguilera Ruedas, “Gronzón”, falangista, artífice de la Casa de la Piedra, carcelero de su abuelo, uno de los represores más feroces de la postguerra (sobre todo contra los canteros), y que en su libro “Historias de un loco andaluz, artífice de la Casa de Piedra”, se refiere así a los “vencidos” republicanos: “Una vez acabada la guerra, pues lo mejor que se hizo fue poner “jáquimas” simbólicas y cabestros a todos los que las necesitaban, y de esta forma evitaríamos que se comieran lo que no era suyo. Qué labor más fantástica!, Qué obra más sublime!.” (p. 50).



Descansen en paz todos ellos





viernes, 23 de abril de 2010

Pablo Gallego Casado



Nacido en Porcuna en 1897, casado, industrial y armero, con domicilio en calle Ramón y Cajal, 17, primo de Rafaél y Daniel Montilla García.

De él solo sabemos que abandonó el pueblo el 18 de diciembre de 1936 dirección a Linares con su familia y muy posiblemete con Daniel Montilla García. El 9 de abril de 1937 se le abre expediente por Responsabilidades Políticas, con el fin de embargarle y sustraerle todas sus propiedades, que finalmente se hace, con fecha de 9 de febrero de 1938. En dicho expediente declaran en su contra Antonio Gallo Aguilera, José Herrero Torres, Rafaél Izquierdo, Jesús Morente, Luis Santiago Gascón, Manuel Albín Carmona (Jefe Local de la Segunda Línea de Falange Española de la JONS), Benito Millán Quero,y Pedro Herrera Delgado. Declaran a su favor, Antonio Molina Quero.

Desde 1936 no se tienen noticias documentales del paradero de Pablo Gallego, por lo que agradeceríamos cualquier información sobre el mismo.

Por la información aportada por vecinos de Porcuna, que parece que murió aquí en los años 70 del pasado siglo.


Francisco Barranco López


Nacido en Torredonjimeno (1897) y vecino de Porcuna en calle Castelar, 46, hijo de Cristóbal y Catalina, de profesión, agricultor. Tenías tres hermanos (Antonio, Cristóbal y Manuel) y una hermana (Carmen). Antonio se exilió a Francia probablemente (aunque su hermana dice que murió allí); Cristóbal fue condenado a 6 años de cárcel y Manuél murió en la Batalla del Jarama el 6 de octubre de 1937. Carmen se quedó en Porcuna "clamando justicia".

Junto a Cristóbal Valenzuela Ortega (Torredonjimeno), un tal Pareja, Lupiáñez "El Vinagrero"* (Porcuna), Matías Ruano* (Porcuna), entre otros, funda el Partido Comunista de Porcuna en 1932, con sede en el Llanete de las Monjas.

Finalizada la guerra civil es detendio y encarcelado en Úbeda. De allí pasará a la prisión provincial de Jaén. Allí se le abren dos causas, la primera por "rebelión militar", por la que será condenado a muerte y fusilado el 23 de febrero de 1943 en San Eufrasio (Jaén); y la segunda, por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, que le embarga seis fanegas de tierra en el haza conocida como "Las Delicias" y la casa en Calle Castelar, 46. Su hermana, Carmen Barranco López, por los escritos que poseemos, pasó todo un "calvario" durante esos años, con el fin de evitar el embargo de las pocas tierras y la casa que les dejó sus padres.




miércoles, 14 de abril de 2010

Andrés Salas Navarro y Manuel Biedma Quero


























Andrés Salas Navarro fue fusilado un 15 de noviembre de 1939, junto a su paisano Manuel Biedma Quero, Jefe de la Policía Local de Porcuna. Los dos fueron compañeros de presidio de Rafaél Montilla García, alcalde republicano del PSOE. Como él, han estado 70 años ausentes, desconocidos, olvidados.

En los documentos que se adjuntan queda claro que fueron ejecutados en la Prisión Provincial de Baza (Granada), al igual que otros muchos.

Agradeceríamos cualquier información adicional sobre ellos.




martes, 13 de abril de 2010

Rafaél Montilla, "setenta años de olvido"










Fuente:
Nota de prensa relacionada

Aclaración de la noticia: No fue el PP quien pidió una calle en su nombre, si no el APLI, grupo independiente con representación municipal en la actualidad.

79 aniversario de la República Española






























Reproducimos, por su interés, y su crítica a la monarquía, en este 79 aniversario de la República Española el artículo:

El error Berenguer

José Ortega y Gasset - El Sol, 15 de noviembre de 1930

No, no es una errata. Es probable que en los libros futuros de historia de España se encuentre un capítulo con el mismo título que este artículo. El buen lector, que es el cauteloso y alerta, habrá advertido que en esa expresión el señor Berenguer no es el sujeto del error, sino el objeto. No se dice que el error sea de Berenguer, sino más bien lo contrario -que Berenguer es del error, que Berenguer es un error-. Son otros, pues, quienes lo han cometido y cometen; otros toda una porción de España, aunque, a mi juicio, no muy grande. Por ello trasciende ese error los límites de la equivocación individual y quedará inscrito en la historia de nuestro país.

Estos párrafos pretenden dibujar, con los menos aspavientos posibles, en qué consiste desliz tan importante, tan histórico.

Para esto necesitamos proceder magnánimamente, acomodando el aparato ocular a lo esencial y cuantioso, retrayendo la vista de toda cuestión personal y de detalle. Por eso, yo voy a suponer aquí que ni el presidente del gobierno ni ninguno de sus ministros han cometido error alguno en su actuación concreta y particular. Después de todo, no está esto muy lejos de la pura verdad. Esos hombres no habrán hecho ninguna cosa positiva de grueso calibre; pero es justo reconocer que han ejecutado pocas indiscreciones. Algunos de ellos han hecho más. El señor Tormo, por ejemplo, ha conseguido lo que parecía imposible: que a estas fechas la situación estudiantil no se haya convertido en un conflicto grave. Es mucho menos fácil de lo que la gente puede suponer que exista, rebus sic stantibus, y dentro del régimen actual, otra persona, sea cual fuere, que hubiera podido lograr tan inverosímil cosa. Las llamadas «derechas» no se lo agradecen porque la especie humana es demasiado estúpida para agradecer que alguien le evite una enfermedad. Es preciso que la enfermedad llegue, que el ciudadano se retuerza de dolor y de angustia: entonces siente «generosamente» exquisita gratitud hacia quien le quita le enfermedad que le ha martirizado. Pero así, en seco, sin martirio previo, el hombre, sobre todo el feliz hombre de la «derecha», es profundamente ingrato.

Es probable también que la labor del señor Wais para retener la ruina de la moneda merezca un especial aplauso. Pero, sin que yo lo ponga en duda, no estoy tan seguro como de lo anterior, porque entiendo muy poco de materias económicas, y eso poquísimo que entiendo me hace disentir de la opinión general, que concede tanta importancia al problema de nuestro cambio. Creo que, por desgracia, no es la moneda lo que constituye el problema verdaderamente grave, catastrófico y sustancial de la economía española -nótese bien, de la española-. Pero, repito, estoy dispuesto a suponer lo contrario y que el Sr. Wals ha sido el Cid de la peseta. Tanto mejor para España, y tanto mejor para lo que voy a decir, pues cuantos menos errores haya cometido este Gobierno, tanto mejor se verá el error que es.

Un Gobierno es, ante todo, la política que viene a presentar. En nuestro caso se trata de una política sencillísima. Es un monomio. Se reduce a un tema. Cien veces lo ha repetido el señor Berenguer. La política de este Gobierno consiste en cumplir la resolución adoptada por la Corona de volver a la normalidad por los medios normales. Aunque la cosa es clara como «¡buenos días!», conviene que el lector se fije. El fin de la política es la normalidad. Sus medios son... los normales.

Yo no recuerdo haber oído hablar nunca de una política más sencilla que ésta. Esta vez, el Poder público, el Régimen, se ha hartado de ser sencillo.

Bien. Pero ¿a qué hechos, a qué situación de la vida pública responde el Régimen con una política tan simple y unicelular? ¡Ah!, eso todos lo sabemos. La situación histórica a que tal política responde era también muy sencilla. Era ésta: España, una nación de sobre veinte millones de habitantes, que venía ya de antiguo arrastrando una existencia política bastante poco normal, ha sufrido durante siete años un régimen de absoluta anormalidad en el Poder público, el cual ha usado medios de tal modo anormales, que nadie, así, de pronto, podrá recordar haber sido usados nunca ni dentro ni fuera de España, ni en este ni en cualquier otro siglo. Lo cual anda muy lejos de ser una frase. Desde mi rincón sigo estupefacto ante el hecho de que todavía ningún sabedor de historia jurídica se haya ocupado en hacer notar a los españoles minuciosamente y con pruebas exuberantes esta estricta verdad: que no es imposible, pero sí sumamente difícil, hablando en serio y con todo rigor, encontrar un régimen de Poder público como el que ha sido de hecho nuestra Dictadura en todo al ámbito de la historia, incluyendo los pueblos salvajes. Sólo el que tiene una idea completamente errónea de lo que son los pueblos salvajes puede ignorar que la situación de derecho público en que hemos vivido es más salvaje todavía, y no sólo es anormal con respecto a España y al siglo XX, sino que posee el rango de una insólita anormalidad en la historia humana. Hay quien cree poder controvertir esto sin más que hacer constar el hecho de que la Dictadura no ha matado; pero eso, precisamente eso -creer que el derecho se reduce a no asesinar-, es una idea del derecho inferior a la que han solido tener los pueblos salvajes.

La Dictadura ha sido un poder omnímodo y sin límites, que no sólo ha operado sin ley ni responsabilidad, sin norma no ya establecida, pero ni aun conocida, sino que no se ha circunscrito a la órbita de lo público, antes bien ha penetrado en el orden privadísimo brutal y soezmente. Colmo de todo ello es que no se ha contentado con mandar a pleno y frenético arbitrio, «sino que aún le ha sobrado holgura de Poder para insultar líricamente a personas y cosas colectivas e individuales. No hay punto de la vida española en que la Dictadura no haya puesto su innoble mano de sayón. Esa mano ha hecho saltar las puertas de las cajas de los Bancos, y esa misma mano, de paso, se ha entretenido en escribir todo género de opiniones estultísimas, hasta sobre la literatura que los poetas españoles. Claro que esto último no es de importancia sustantiva, entre otras cosas porque a los poetas los traían sin cuidado las opiniones literarias de los dictadores y sus criados; pero lo cito precisamente como un colmo para que conste y recuerde y simbolice la abracadabrante y sin par situación por que hemos pasado. Yo ahora no pretendo agitar la opinión, sino, al contrario, definir y razonar, que es mi primario deber y oficio. Por eso eludo recordar aquí, con sus espeluznantes pelos y señales, los actos más graves de la Dictadura. Quiero, muy deliberadamente, evitar lo patético. Aspiro hoy a persuadir y no a conmover. Pero he tenido que evocar con un mínimum de evidencia lo que la Dictadura fue. Hoy parece un cuento. Yo necesitaba recordar que no es un cuento, sino que fue un hecho.

Y que a ese hecho responde el Régimen con el Gobierno Berenguer, cuya política significa: volvamos tranquilamente a la normalidad por los medios más normales, hagamos «como si» aquí no hubiese pasado nada radicalmente nuevo, sustancialmente anormal.Eso, eso es todo lo que el Régimen puede ofrecer, en este momento tan difícil para Europa entera, a los veinte millones de hombres ya maltraídos de antiguo, después de haberlos vejado, pisoteado, envilecido y esquilmado durante siete años. Y, no obstante, pretende, impávido, seguir al frente de los destinos históricos de esos españoles y de esta España.
Pero no es eso lo peor. Lo peor son los motivos por los que cree poderse contentar con ofrecer tan insolente ficción.

El Estado tradicional, es decir, la Monarquía, se ha ido formando un surtido de ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los deberes civiles, que son informales, que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas, presentan una epidermis córnea. Como mi única misión en esta vida es decir lo que creo verdad, -y, por supuesto, desdecirme tan pronto como alguien me demuestre que padecía equivocación-, no puedo ocultar que esas ideas sociológicas sobre el español tenidas por su Estado son, en dosis considerable, ciertas. Bien está, pues, que la Monarquía piense eso, que lo sepa y cuente con ello; pero es intolerable que se prevalga de ello. Cuanta mayor verdad sean, razón de más para que la Monarquía, responsable ante el Altísimo de nuestros últimos destinos históricos, se hubiese extenuado, hora por hora, en corregir tales defectos, excitando la vitalidad política persiguiendo cuanto fomentase su modorra moral y su propensión lanuda. No obstante, ha hecho todo lo contrario. Desde Sagunto, la Monarquía no ha hecho más que especular sobre los vicios españoles, y su política ha consistido en aprovecharlos para su exclusiva comodidad. La frase que en los edificios del Estado español se ha repetido más veces ésta: «¡En España no pasa nada!» La cosa es repugnante, repugnante como para vomitar entera la historia española de los últimos sesenta años; pero nadie honradamente podrá negar que la frecuencia de esa frase es un hecho.He aquí los motivos por los cuales el Régimen ha creído posible también en esta ocasión superlativa responder, no más que decretando esta ficción: Aquí no ha pasado nada. Esta ficción es el Gobierno Berenguer.

Pero esta vez se ha equivocado. Se trataba de dar largas. Se contaba con que pocos meses de gobierno emoliente bastarían para hacer olvidar a la amnesia celtíbera de los siete años de Dictadura. Por otra parte, del anuncio de elecciones se esperaba mucho. Entre las ideas sociológicas, nada equivocadas, que sobre España posee el Régimen actual, está esa de que los españoles se compran con actas. Por eso ha usado siempre los comicios -función suprema y como sacramental de la convivencia civil- con instintos simonianos. Desde que mi generación asiste a la vida pública no ha visto en el Estado otro comportamiento que esa especulación sobre los vicios nacionales. Ese comportamiento se llama en latín y en buen castellano: indecencia, indecoro. El Estado en vez de ser inexorable educador de nuestra raza desmoralizada, no ha hecho más que arrellanarse en la indecencia nacional.

Pero esta vez se ha equivocado. Este es el error Berenguer. Al cabo de diez meses, la opinión pública está menos resuelta que nunca a olvidar la «gran vilt`» que fue la Dictadura. El Régimen sigue solitario, acordonado como leproso en lazareto. No hay un hombre hábil que quiera acercarse a él; actas, carteras, promesas -las cuentas de vidrio perpetuas-, no han servido esta vez de nada. Al contrario: esta última ficción colma el vaso. La reacción indignada de España empieza ahora, precisamente ahora, y no hace diez meses. España se toma siempre tiempo, el suyo.
Y no vale oponer a lo dicho que el advenimiento de la Dictadura fue inevitable y, en consecuencia, irresponsable. No discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de ellas otro día, porque, en verdad, está aún hoy el asunto aproximadamente intacto. Para el razonamiento presentado antes la cuestión es indiferente. Supongamos un instante que el advenimiento de la dictadura fue inevitable. Pero esto, ni que decir tiene, no vela lo más mínimo el hecho de que sus actos después de advenir fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho: Hemos padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!

Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con la desastrosa situación, sino todo lo contrario. Quiere una vez más salir del paso, como si los veinte millones de españoles estuviésemos ahí para que él saliese del paso. Busca a alguien que se encargue de la ficción, que realice la política del «aquí no ha pasado nada». Encuentra sólo un general amnistiado.Este es el error Berenguer de que la historia hablará.

Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!

Delenda est Monarchia.


Apartado de correos nº 47-23790. Porcuna (Jaén)

nombresporcuna@gmail.com



Rogamos la máxima difusión entre vuestros contactos